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Enseñemos a valorar y aprender. El niño quiere que le compre todo lo que ve.


20/02/2014 Salud

¿Me comprás ma?. Es la pregunta infaltable de Lucas cada vez que acompaña a su mamá al supermercado o al shopping. El pedido puede ser desde una golosina hasta el juguete más sofisticado, pasando por todo lo que la publicidad televisiva ofrece.

No importa que su madre le haya advertido antes que no haría compras extras ni que haya recibido el día anterior un juguete similar ni la promesa de que será la próxima semana. Él siempre quiere que le compren algo y pide lo primero que ve, sin ni siquiera desearlo demasiado. Lo importante es que le compren.

Y, como siempre, la mamá de Lucas duda. A veces piensa que debería acceder a los pedidos de su hijo, y por otra piensa que ya tiene demasiado. Cuando accede, reina la calma, aunque sea por un rato, pero cuando dice que no, comienza una lucha de argumentaciones infinitas con su hijo. “Éste y nada más”, “ya te compré uno ayer”, ”¡no es igual al que tengo en casa!”, “no puedo comprarte un juguete cada día”, “¡lo voy a cuidar!” “no tengo plata”, etc. La lucha termina generalmente en “no te quiero más” por parte de Lucas y el enojo y malestar de su madre o con la compra del juguete en cuestión, acompañada de un “que sea la última vez”, a las claras incumplible.

Los pedidos reiterados, los esfuerzos por conformar al hijo, la preocupación por verlo insatisfecho y siempre demandante, la impotencia de no poder a todo lo que el mercado ofrece y la duda de sí de verdad corresponde, son las preocupaciones habituales de los padres. La gran variedad de juguetes y productos dirigidos especialmente a los niños, la publicidad hecha por y para ellos y el concepto de cuanto más se tiene mejor es, genera no solo que los chicos inventen nuevos pedidos, sino que los padres se sienten en la obligación de otorgarlos.

“Para que no se sienta menos frente a sus amigos” “para que crezca con una buena estimulación” y “fundamentalmente para que se sienta querido”, son alguno de los argumentos que los padres esgrimen para justificar sus compras. Por el contrario, cuando no pueden o no quieren acceder al pedido por diversas causas, comienzan las largas explicaciones.

Si se le da a un niño, todo lo que quiere, tanto el pedido como el objeto pierden su valor y se genera, además, la ilusión de una satisfacción inmediata, sin costo y sin esfuerzo. La posibilidad de descubrir un nuevo juguete, de agotar y crear nuevos juegos a partir del mismo, de compartirlo, retenerlo o prestarlo, de poder arreglarlo si se rompe y de acompañar al niño durante su crecimiento con el afecto que el juguete merece, desaparece con el modelo del consumo fácil.

El juguete se transforma así, aunque no se pierda ni se rompa, rápidamente es descartable.

Con la compra indiscriminada de juguetes sé sobreestimula al niño, éstos caen pronto en el olvido y pierden también valor y el significado de la compra misma. Ya no son las propias ganas de hacer un regalo, la mirada sobre los juegos que éste niño necesita o el placer de darle una satisfacción a su pedido, sino que la compra se convierte en una repuesta vacía a un pedido vacío.

¿Por qué entonces comprar todo? ¿Por qué dar tantas explicaciones a la hora de decir no? ¿De quién es la necesidad de estas compras compulsivas? Enseñar a valorar lo que se tiene y lo que se da y aprender a quedarse con las ganas hasta que se pueda son buenas y sanas experiencias para los chicos. Si se le da a un niño todo lo que quiere, tanto el pedido como el objeto pierden su valor y se genera, además, la ilusión de una satisfacción inmediata, sin costo y sin esfuerzo.

Fuente: Fuente: Lic. Adriana Conti. Foto extraída de: www.fundacioncadah.org


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